[Cine chileno]: El hombre cuando es hombre de Valeria Sarmiento

Por Kathleen García*

Valeria Sarmiento nació en Valparaíso en 1948, lugar que fue cuna de sus conocimientos en cinematografía. Sin embargo, primero estudió filosofía, y solo cuando abrió la Escuela de Cine de Valparaíso es que entró a la carrera de audiovisual. En ese momento, logró darle forma a lo que había visto en las películas. En sus propias palabras: “darle nombre a todo lo que yo había intuitivamente aprendido viendo cine” (2013) [1].

Su primer filme fue un corto documental que tituló Un sueño en colores (1972), buscando relatar la historia de algunas mujeres que trabajan en los famosos cabarés de la ciudad en periodo de plena Unidad Popular. En 1975 salió a la luz La dueña de casa, un filme que quiso mostrar cómo vivían las mujeres en total aislamiento de los sucesos políticos de la época. Luego, tras su exilio y posterior erradicación en Francia, logró realizar su primer largometraje documental, El hombre cuando es hombre (1983), tratando como tema central el machismo que sufren las mujeres latinoamericanas. En este sentido, Valeria expresa que “el machismo una lo sufre en América Latina desde que nace” (2013).

Un dato curioso respecto a la producción de la película es que recibió ayuda de la televisión alemana tras postular el proyecto tres veces. Pensaban que ella quería hacer cine nada más porque su marido –Raúl Ruiz– lo hacía, pero al tercer intento entendieron que realmente ella quería hacerlo (2013).

Por temas de producción y accesibilidad, el filme se grabó en Costa Rica puesto que fue uno de los pocos países a los que la realizadora pudo ingresar y que, de igual manera, representaba la desigualdad de género que ella buscaba mostrar. En la película El hombre cuando es hombre resulta muy interesante para el espectador adentrarse en temáticas de género desde la perspicacia de Sarmiento: “es una película que es más bien para enfocar el tema de la mujer, pero a través del hombre, eso es lo que me parecía entretenido, porque yo siempre he intentado de tratar temas que me interesan, pero nunca en forma frontal, sino que en forma oblicua” (2013).

Esta declaración, muy lúcida a mi parecer, resulta crucial para entender la propuesta de Valeria, dado que la realizadora no se queda en un solo espacio. Bien podría haber entrevistado a las mujeres de la sociedad costarricense para crear y visibilizar un testimonio femenino frente al machismo, sin embargo, lo que tenemos es un acceso a la problemática del machismo de una manera dual, enfrentándonos a una película que en gran parte habla sobre las mujeres, pero desde la perspectiva del hombre; lo que no solo da cuenta de cómo ellos las perciben, sino que también revela su forma de pensar y actuar en sociedad en más de un sentido. En otras palabras, nos revela al hombre cuando es hombre. Y así, logramos visualizar la configuración y relación entre estas dos partes de la sociedad costarricense.

También vemos cómo distintos hombres de diferentes edades nos relatan sus experiencias y modos de actuar con las mujeres de su entorno. De este modo, las declaraciones entregadas por los personajes del filme resultan –en varias ocasiones– absolutamente desconcertantes vistas desde nuestra contemporaneidad, donde la educación no sexista y el conocimiento de la desigualdad de género ya no son un tabú.

Desde mi perspectiva, una de las formas más potentes que tiene esta película para tratar la problemática de género se da a través de la indagación del rol de la mujer en la sociedad. De principio a fin, Sarmiento nos acerca a la realidad de Costa Rica por medio de símbolos culturales. Una de las primeras imágenes que vemos son las orillas de un río donde una niña se encuentra lavando ropa, y cuando la cámara panea vemos que se encuentra junto a una mujer mayor, posiblemente su madre. Estas imágenes son intercaladas con hombres que van a caballo y arrean distintos tipos de ganado. Acto seguido, se nos muestra un baile que parece típico de la zona, en el que los hombres llevan y agitan una soga con la cual terminan atrapando a sus parejas.

De esta forma, se nos van dando pistas de las representaciones femeninas y masculinas de esta cultura en torno a los roles que se van asignando, asumiendo y arraigando en los personajes: la perforación lobular de las guaguas, las clases de costura para remendar las vestimentas del padre, e incluso la imagen de la virgen María encontrada en las escuelas de niñas.

Son este tipo de costumbres en las que Sarmiento deja la cámara puesta. En este sentido, nosotros como espectadores pasamos a presenciar cada una de las escenas a modo de testigos, cuestión que conforma una decisión interesante por parte de la directora, ya que, en la mayoría de los fotogramas, se nos presenta la información de manera objetiva. De hecho, cuando se muestran espacios comunes los planos tienden a abrirse, generando cierta distancia de lo que sucede.

Durante el filme vemos en plano general, por ejemplo, cómo varios chicos esperan a la salida de un colegio de niñas, observándolas desde lejos; en planos medios se nos muestran varias parejas bailando en una celebración de 15 años de una chica; también se nos lleva a presenciar, en más planos medios, una ceremonia de matrimonio. Es así como podríamos afirmar que los planos más abiertos de la película se relacionan con las situaciones sociales que se dan de manera colectiva, de modo que el espectador no toma parte más que para observar y aprender sobre lo que se le está mostrando.

Cuando pasamos a la sección que podríamos llamar de entrevistas, los planos se cierran, provocando una cercanía entre el espectador y el personaje en pantalla. El hecho de que se utilicen planos de una escala menor es una decisión relevante desde la dirección de fotografía, pues enmarca ceñidamente a los personajes sin que haya aire visual a su alrededor, haciendo que el relato de los entrevistados se vuelva muy íntimo. Incluso, es posible decir que es en este tipo de escenas que la subjetividad de la realizadora es revelada, tanto a través de la dirección de las preguntas como del montaje. Uno de los recursos que utiliza Sarmiento es el uso de la imagen del macho alfa mexicano que canta rancheras como representación de una masculinidad estereotipada. De este modo, resulta cómico que, mientras escuchamos las experiencias amorosas y sexuales de nuestros personajes, se intercalen imágenes de mariachis cortejando mujeres.

Personalmente, creo que los distintos personajes masculinos que van apareciendo generan la ilusión de que todos son, en realidad, un mismo hombre que va creciendo a lo largo de la película. Es por medio de la infancia, adolescencia, adultez y vejez del hombre costarricense que vemos mutar una representación de lo masculino dentro de una cronología que no solo atañe al tiempo de la película, sino también al tiempo de la vida misma.

Los primeros entrevistados son dos niños de unos 8 o 10 años que con su relato dejan ver que, a pesar de su inocencia, son capaces de percibir qué actitudes y comportamientos son propios de un hombre, como por ejemplo el uso de la fuerza bruta para impresionar a las niñas de su entorno. Luego, pasamos a ver un par de chicos de unos 17 años que nos cuentan sobre sus experiencias de cortejo y enamoramiento, ligando este último con la atracción física que sienten por una mujer, ya sea que la conozcan o no, y sin mucha continuidad en el tiempo. Aquí se empieza a identificar que la mujer es vista como un objeto únicamente sexual:

— Era parecido a andar con otra. No era tan diferente. En realidad, a nosotros no nos interesa si es prostituta o no, no la queremos para casarnos, sólo para tener relaciones con ellas.

—¿Qué mujer es para casarse?

— Bueno, te voy a decir lo que me dijo mi madre que fue la que me educó en ese sentido del matrimonio; es preferible una mujer que jamás haya tenido relaciones sexuales con otro o que, si las ha tenido, por lo menos se dé cuenta que el primer amor más grande que ha tenido es uno, porque si ha sido otro, siempre lo va a recordar. Las mujeres se enamoran cuando son vírgenes. Se enamoran perdidamente (Sarmiento, 1983) [2].

Tras escuchar estas palabras, resulta una sorpresa el rol que toman también las mujeres dentro del sistema patriarcal, en este caso frente a la crianza de los hijos varones, pues nos damos cuenta de que el machismo no solo afecta a los hombres, sino que se inmiscuye y sostiene en todos los miembros de la sociedad.

Finalmente, el documental termina con el crudo relato de dos hombres que han asesinado a sus esposas. El desenlace mismo de la película hace un paralelo con la culminación del matrimonio, donde el hombre y la mujer, ya más envejecidos, no logran soportar las problemáticas generadas por un sistema que los acechó desde el comienzo de sus vidas. El hombre, por un lado, busca complacer a la mujer a través de los bienes económicos y se le hace imposible aceptar que esta no lo quiera o que haya perdido el interés que tuvo en algún momento, llegando así al femicidio.

Creo que, lo que justamente impacta de este documental es la manera en que la mujer ha sido percibida y construida desde las distintas aristas que nos componen como sociedad. El hombre cuando es hombre es, finalmente, un relato que deja al descubierto las muchas formas en las que el machismo ha calado en Latinoamérica: desde la perforación impuesta en los lóbulos de las bebés hasta el uso de la sexualidad como medio de control y valorización de la mujer.

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[1] Pinto Veas, I. (2013). Valeria Sarmiento, la Fuga, 15. [Fecha de consulta: 2020-12-23] Disponible en: https://lafuga.cl/valeria-sarmiento/638

[2] Sarmiento, V. (1983). El hombre cuando es hombre [Película]. Costa Rica: Women make movies.

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*Kathleen García (Santiago, 1995). Licenciada en Lengua y Literaturas Inglesas. Tiene estudios en Dirección y Producción de cine. Fundadora del blog de cine Femme Cinema. Actualmente es estudiante de traducción.

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