T R A U M A o amor en la figura de Lucía  

 

Por Guataka Sudaka

 

Pasaron algunos años luego del holocausto nazi. Es 1957 en Viena, Austria, y existe una aparente calma pos guerra. El horror de la masacre quedó atrás, sin embargo existen ratas que se mueven en clandestinidad. Ratas fascistas, que con el fin de la guerra, huyeron y se esparcieron por Europa y otras partes del mundo. Ratas que gozan impunidad por crímenes que jamás pagarán; son ratas en cofradías de silencio y paranoia.

En contraste de los que huyeron, están los que tuvieron que soportar la crueldad, el abuso y los vejámenes. Seres azotados por ideas demenciales. Seres empleando el clásico sistema de defensa emocional: continuar con la vida cotidiana e intentar sanar el descalabro físico y psicológico al que fueron sometidos.

 

Portero de noche (1974), película dirigida por Liliana Cavani, transcurre en un hotel en Viena, en el que el azaroso destino, fuerza el encuentro de dos personas que se conocieron en el demencial caos de la Segunda Guerra Mundial: la figura del castigador MAX (portero del hotel) y la víctima LUCÍA (una huésped). Él, un ex agente de la SS, y ella una fémina judía ex cautiva con síndrome de Estocolmo. Ambos configuran una retorcida conexión amorosa que se retoma a partir del reencuentro en el hotel.

 

Los nazis, retratados desde un ojo que no apela lo bélico y militar, son parte de la sensibilidad fílmica que tiene Cavani al contar esta historia, porque el Portero de noche es una película sobre fascistas y amantes atados a la fatalidad, que narra con lúcida frescura la repetida temática de la Segunda Guerra. La película posee un excelente juego temporal entre el presente fílmico y  reencuentro de ambos personajes, y el pasado, época en que MAX capturó y obligó a LUCÍA a ser su amante.

 

Pero como en toda tragedia, existe una fuerza antagónica fatal: la progresión de este romance amenaza la clandestinidad de una cofradía de ex nazis. Ellos, deciden presionar a MAX para que haga desaparecer la evidencia que los puede inculpar y delatar, o sea, LUCÍA. Pero él se niega porque nuevamente decide crear una realidad erótica-afectiva con su ex amante. Es entonces, el suspenso lo que constantemente deja al espectador atado a las sensaciones de estos personajes en delirio.

 

 

Claramente con esta película nuestra moralidad es puesta a prueba, ya que se genera un cuestionamiento valórico sobre la configuración de la relación entre ambos personajes: ¿Trauma o amor? ¿Empatizamos con la fatalidad de ser víctima y victimario?

La genialidad de Cavani radica en contar una extrañísima historia de amor bajo un contexto histórico y político recurrente. Además, logra plasmar  los oscuros matices entre abuso, violencia y un aparente amor que a ratos parece enternecedor y sincero.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *